LITERATURA Y VIAJES

La relación entre viajes y literatura puede ser una buena excusa para visitar lugares nuevos. En muchos de ellos incluso hay establecidas rutas literarias, en otros las podemos hacer nosotros mismos, todo es ponerle interés. Aquí va una pequeña muestra de lugares del mundo que han sido escenario de las novelas más famosas:

1. FLORENCIA:  la ciudad de los Médici, una de las más bellas del mundo, es el escenario de la novela Quattrocento de la autora pontevedresa Susana Fortes. En su libro narra la conjura contra los Médicis en el siglo XV en un ambiente de intrigas y poder. Con regresiones al pasado y al siglo XXI en el que una estudiante de arte prepara una tesis sobre un problemático pintor, el de Susana Fortes es un libro para mí muy interesante que engancha desde el primer momento.

En un paseo rápido no se puede uno perder: La imponente Catedral, la Piazza della Signoria, el Palazzo Vecchio, primera residencia de la familia Medici, la Galería de los Uffizzi uno de los mejores museos del mundo o la Galería de la Academia que acoge la escultura del David y el maravilloso Ponte Veccio. También la Iglesia dela Santa Creoce y la de Santa maria Novella merecen una visita. 

Santa María dei Fiori es una obra maestra  entre el gótico y el primer Renacimiento italiano.  Imprescindible detenerse a contemplar en la entrada al baptisterio las puertas del paraíso de Ghiberti (aunque son una réplica pues las auténticas están en el Museo del Duomo, verlas in situ es una auténtica maravilla) ornamentadas en bronce. La enorme cúpula de Brunelleschi, obra maestra de arquitectura, completa el conjunto, con el magnífico Campanille de Giotto.  Brunelleschi inventó un método genial  de mampostería para que la enorme cúpula pudiera autosostenerse durante la construcción. En el siglo XV las catedrales rivalizaban por resultar las más grandiosas y bellas, y de esta rivalidad, muchas veces llevada también a nivel personal entre diferentes artistas, como es el caso de Brunelleschi y Ghiberti surgieron las obras más imponentes del arte en Italia y en el mundo entero.

Su fachada de mármol en tonos blancos, verdes y ocres le da un aspecto original  muy diferente al resto de catedrales de Europa. Las otras grandes iglesias florentinas (Santa Croce y Santa maría Novella comparten este peculiar estilo).

En esta animada plaza se ubican edificios destacados como el Palazzo Vecchio y esculturas de gran valor como la Fuente de Neptuno,  la estatua de Hércules y Caco o una réplica exacta del David de Miguel Ángel que fue trasladado a la Galería della Academia, para preservar su integridad. En la Logia dei Lanzi se exhiben al aire libre estatuas muy hermosas de carácter  mitológico: Perseo con la cabeza de la Medusa o el Rapto de las Sabinas. 

El Ponte Vecchio es una original obra medieval en la que se ubicaban antiguamente todo tipo de comercios, ya que se cree que era una zona libre de impuestos. Luego se expulsó de allí a comerciantes como carnicerías y puestos que dieran origen a malos olores y empezó a colonizarse por orfebres y joyeros. Hoy todavía es lugar de tránsito pero también de compras de joyas y souvenirs. Está atravesado por el famoso «corredor vasariano» (realizado por Giorgio  Vasari)  un pasadizo que utilizaban los Médicis para ir del Palacio Vecchio al Palacio Pitti, sin necesidad de salir a la calle ni de ser vistos.  Intrigas palaciegas de una época poderosa pero convulsa para Florencia.

El Puente, que atraviesa el río Arno, se salvó afortunadamente de los bombardeos de la Segunda Guerra MUndial y hoy sigue siendo uno de los puentes más hermosos y conocidos del mundo.

Pasar por Florencia y no visitar alguno de sus museos (o varios si hay tiempo) sería un pecado. Para mí el más imprescindible es la Galeria de los Uffizi que guarda multitud de obras de genios como Leonardo Da Vinci, Botticelli o Raffaello. 

Uno de los cuadros más hermosos que recuerdo haber visto nos solo en Florencia sino en todos los museosque he visitado es El Nacimiento de Venus de Botticelli

Y, como siempre, lo mejor en una ciudad como ésta es callejear y callejear, recorrer sus plazas, detenerse ante sus monumentales fachadas y tomarse un café en alguna terracita, aunque cuidado, en las más céntricas puede resultar verdaderamente caro, pero quizás por un día… ¡Florencia lo merece!

«¡Ah, qué triste resultaba para un hombre cabal verse obligado a seguir caminos tan sinuosos!» Patrick Süskind. El Perfume». Resulta curioso que un libro tan inquietante como «El Perfume» se ambiente en gran parte en las calles de una ciudad como París considerada hoy la ciudad del Amor. Pero está claro que cualquier lugar tiene sus luces y sus sombras y que las ciudades de la Francia  anterior a la Revolución Francesa podían ser tugurios llenos de penosidades para los más desfavorecidos, aquellas clases que malvivían incluso por debajo del rango social de los llamados  sans-culotte. 

La ciudad ha sido escenario para muchos otros grandes autores como Charles Dickens que la retrató en su magnífica novela Historia de dos Ciudades y por supuesto del gran Victo Hugo que defendió la catedral de la ciudad en su obra «Nuestra Señora de París» más reconocible con el sobrenombre de El Jorobado de Notre Dame. Además de Ciudad del amor París se conoce como la Ciudad de la luz. Este sobrenombre ha dado lugar a mucha literatura e incluso controversia: Se cree que se debe a la iluminación que inundó París en el siglo XVII convirtiéndola en la primera ciudad del mundo con alumbrado público. Otros autores consideran que está relacionado con el flamante siglo de las Luces en la literatura, filosofía y arte francés que se desenvolvieron en gran medida en París.

La imagen nocturna de Notre Dame junto al Sena resulta especialmente ensoñadora

París es evidentemente una ciudad artística  llena de recursos patrimoniales. Obras maestras del gótico como la catedral de Notre Dame y  las Maravillosas vidrieras de la Saint Chapelle impresionan con su afán de grandeza. Algo menos deslumbrante pero igual de majestuosa la Basílica de Le sacre Coeur construida en estilo neobizantino domina imponente la colina de Montmartre.

La fachada principal de Notre Dame es la más monumental, exhibiendo además una gran riqueza escultórica. Sus dos torres y sus formas sugerentes nos acercan a la novela más famosa transcurrida en París: Notre Dame de Victo Hugo. La famosa aguja de apariencia infinita (realizada ya en el siglo XIX por el restaurador Viollet Le Duc) quedó destruida en el incencio de 2019.

Interior de la Saint Chapelle, obra excepcional del denominado gótico radiante

Las magníficas cúpulas de le Sacre Coeur son otro de los símbolos de París

Como ciudad de arte que es, París no sería la misma sin sus museos. Algunos de los imprescindibles son: El Museo dÒrsay, el Museo Nacional de Arte Medieval (Museo Cluny), el Centro Pompidou (arte moderno y contemporaneo) y el Museo de la Orangerie. Pero por supuesto la joya de la corona es el Musep del Louvre, considerada una de las tres mejores pinacotecas del mundo (junto con El Prado y El Hermitage de San Petersburgo).

Las cornisas de las fachadas del Louvre están repletas de esculturas de gran valor

El Louvre no se visita en un día, ni en dos o en tres. AL igual que El Prado o El Hermitage, es un edificio gigantesco desbordante de arte: Cuadros como La Gioconda de Leonardo, La Libertad guiando al pueblo de Delacroix, o esculturas egipcias como el Escriba sentado, obras maestras clásicas como La Venus de Milo y otras muy posteriores como Eros y Psique de Canova (mi favorita) comparten espacios en el antiguo palacio que  guarda aún varias estancias todavía llenas de esplendor.  Hoy día el Louvre cuenta con cerca de medio millón de obras de arte.

El Museo de Orsay es otro de los puntos fuertes de la oferta museística parisina. Aquí se guardan tesoros del impresionismo como Monet o Renoir, Degas o Manet y postimpresionistas como Van Gogh, entre otros muchos genios. El edificio es una hermosa y antigua estación de ferrocarril.

Otra visita muy recomendable para los amantes del arte es el Museo Nacional de Arte Medieval. El edificio en sí ya merece la pena: El Palacio es denominado edificio Cluny ya que era propiedad del poderoso Abad de esta orden, pero además acoge hermosas obras de todo tipo de la época medieval con joyas muy destacadas como el Tapiz de la Dama y el  Unicornio. Y para los amantes del arte contemporáneo el Centro de Arte Pompidou en un original edificio vanguardista

El antiguo Hotel palacio de los Inválidos es otro de los lugares fundamentales de París. Su resplandeciente cúpula es un símbolo más de la ciudad. En él se puede visitar el Museo del Ejército, con armas, trajes y otras muchas curiosidades y las tumbas de varios personajes de la historia de Francia, entre ellas el imponente mausoleo de Napoleón.

Pero el emblema indiscutible de París es la Torre Eiffel. A pesar de ser una imagen tan manida en fotos, pinturas y souvenirs, el encuentro ante e la Torre resulta sorprendente. La estructura es imponente y las vistas desde lo alto son espectaculares. 

Otro de los «grandes» de París es el Arco de Triunfo, que merece también una visita nocturna.

Vista nocturna de París desde la Torre Eiffel

Paseando podemos encontrar edificios majestuosos como el Panteón o la Ópera, entrar en las impresionantes Galerías Lafayette y atravesar los magníficos puentes que cruzan el Sena. También es muy típico y recomendable descubrir la ciudad  navegando en uno de sus bateaubus (los barcos que circulan por el Sena).

Una ciudad tan hermosa como París requiere bastantes días, mínimo una semana para conocer además de sus museos y monumentos más importantes, sus barrios y sus calles: Montmartre, el barrio artista por excelencia, Mont Parnasse, Saint Germain o la Ille de la Cité donde aparte de la catedral y la Saint Chapelle se puede visitar la famosa Conciergerie que fue además de palacio, prisión  en la que estuvo encarcelada María Antonieta. Los Jardines de Luxemburgo o los de las Tullerías son grandes extensiones de verde para relajarse tras las visitas en París

París la nuit… 

¿cómo no? si todas las ciudades ganan encanto al caer la noche, la ciudad de la luz no podía ser menos. Cabarets, locales de copas y todos sus monumentos iluminados, es imperdonable no salir a conocer la noche parisina.

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